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2 feb 2014

Condicionando Venezuela

Hace más de un año que realice mi última publicación en este blog. 
No lo duden, varias veces he iniciado algún articulo para este espacio, y fracasado en complacer mis exigencias personales. Y es que, si publico algo científico, lo indago en muchas fuentes diferentes, o al menos aquellas en las que confío plenamente. A veces, podemos confundir perfección con procrastinación.

Algo que ha caracterizado mi blog, es lo impersonal que he intentado ser en la forma de presentar los artículos, exceptuando quizás el primero. Esta es la dirección que quería tomar desde que tome esta iniciativa, sin embargo, en ocasiones es interesante y hasta valioso, expresar una opinión profesional o incluso personal sobre un tema en especial. Si opinan diferente, probablemente no querrían continuar leyendo.

Como suponen, en casi dos años han pasado muchas cosas relevantes, tanto en el ámbito global como en mi vida personal, y con una de estas ultimas quiero iniciar mi discurso.
Hace unos meses renuncie a mi trabajo, inspirada por la valentía de una persona que se atrevió a salir de su zona de confort y buscar hacer lo que le apasionaba. Debo admitir que sus palabras ese día que me contó de su renuncia me llegaron, ya que hacía un buen tiempo que no me sentía bien y necesitaba el cambio.

Antes de renunciar me ofrecieron mejorías en mi lugar de trabajo, y me sentí tentada a aceptar, pero había tomado una decisión y me iría de la ciudad a continuar estudiando.
La ciudad elegida, únicamente por sus estudios de postgrado, fue Caracas. Aún dentro de mi hermosa Venezuela, sería una 'prueba piloto' para abrirme camino en la psicología y en la vida, sin embargo, no era mi opción predilecta ya que muchas veces había llegado a escuchar sobre lo peligrosa, y lo 'inhumana' que era.

A escasos días de culminar mi pre aviso, salió una oportunidad laboral en una gran empresa de Caracas, que me obligó a tomar esa decisión de mudarme antes de tiempo, y al siguiente día ya me encontraba en un avión rumbo a la Gran Caracas.
La razón de este preámbulo es admitir que, si bien no hay que dejarse llevar por los prejuicios y opiniones sesgadas, muchas veces las mismas resultan verdaderas, como pensé descubrir poco después.

Con tan solo dos semanas de haberme mudado y comenzar a trabajar, apenas acostumbrándome a la rutina madrugadora de los caraqueños, estaba siendo víctima del hampa. Ahora, debo aclarar, no es que fuese la primera vez que era robada, ya había sucedido una vez anteriormente en Maracaibo, y es una posibilidad que lamentablemente los Venezolanos tenemos en cuenta siempre que salimos, pero fue la forma en que ocurrió, y la respuesta de las personas lo que me afectó realmente.

Me encontraba en un lugar público, con compañeros y estudiantes de la universidad en la que trabajo, esperando por el transporte de la misma a las cinco de la mañana, que, siendo bastante temprano, es una hora común en la que las personas emprenden su viaje al trabajo, previniendo el trafico y los retrasos ocasionados.
Dos personas en una moto me intentaron arrebatar la cartera, y frente a mi respuesta de resistencia (nunca sabemos realmente si responderemos con fight o con flight), me golpearon y partieron la cabeza y la boca. Todo en frente de esas personas que, aún cuando no eran mis amigos, tenían viéndome y compartiendo transporte conmigo por al menos quince días.

No hubo gritos, intentos por buscar a la policía o por enfrentarse a los ladrones, a pesar que eramos un grupo de al menos diez personas, mientras ellos eran dos. Peor aun (porque comprendo que no te enfrentes a nadie si crees que esta armado) es que negaran haber visto, y que, estando en el suelo, sangrando y llorando, solo uno o dos me ofrecieran ayuda o mostraran algún tipo de emoción. Para el resto ni siquiera estaba ahí.

En ese momento me preguntaba, y a veces todavía lo hago, si estaba en lo correcto con mi primera imagen de la ciudad, si todas las personas que vivían en ella realmente habían perdido su capacidad de asombro ante las injusticias, su empatía y su voz para exigir un alto. ¿Hemos pasado de ser una sociedad neurótica a ser perversos?

Casualmente en esos días se encontraba en mis manos (o mas bien en mi lector digital) un libro que recomiendo a los que les guste el tema, llamado 'The Sociopath next door' que habla sobre personas con un trastorno de personalidad antisocial no tan evidente, sino mas bien 'normales'. Leyendo ese libro, comprendí algunos hechos sobre las personas, y como, si bien solo un 4% de la población es sociopata, estos tienen la habilidad de apelar a nuestra conciencia y manipularnos por nuestra capacidad de sentir emociones.

Viéndolo desde un punto de vista mas positivo, es probable que conozcamos algunos antisociales, pero hay un 96% de gente con capacidad de hacer grandes cosas, muy buenas. Gente con conciencia, emociones, deseos, ambiciones, que siente orgullo y felicidad cuando hace algo bueno, y se siente mal, se arrepiente cuando hace algo malo, por variables que sean los valores y la moral que posean. Seguramente la mayor parte de tus conocidos, y probablemente tu. 

Ahora, lo importante es, si estamos nosotros en ese 96, ¿estamos explotando ese potencial? ¿estamos alzando nuestra voz ante las injusticias? ¿estamos siendo buenos ciudadanos, y buenas personas? 
No me refiero a no matar, o no robar por gusto y diversión, ya que teniendo conciencia esto es lo mínimo que esta en nuestras capacidades. Hablo de ir mas allá y ser el ejemplo, ser empaticos y ponerse en los zapatos del otro, de ayudar al que necesita y mostrar respeto por otros, hablo de no hacer al otro lo que no te gustaría para ti, de regalar palabras positivas y sonrisas en vez de odio y gritos. Si solo es un 4% de personas malas, ¿por que esto no se podría lograr?

Propongo que condicionemos Venezuela, ¡condicionemos el mundo! Reforcemos las conductas positivas y extingamos las negativas. Hemos aprendido a no confiar en nadie y sospechar de todos porque nunca se sabe quien te podrá hacer daño, a no ayudar al prójimo porque tememos por nosotros mismos, a culpar a otros y librarnos de responsabilidades, porque no podemos hacer nada, no tenemos poder, somos solo humanos.

Pero hay un gran poder, y son nuestras acciones diarias. Haciendo el bien solo traeremos mas bien, y les aseguro que se propaga como fuego. Ceder el puesto al que lo necesita, dar los buenos días con una sonrisa amable, ayudar a quien lo necesita, no contaminar, ni asumir lo peor de los demás, entre millones de otras, son acciones pequeñas pero efectivas que hacen la diferencia, así que reforcemoslas. 

Propongo lo siguiente, cuando veas a alguien que haga una acción positiva para ti u otro, refuerza positivamente esa conducta. Agradéceles con una sonrisa, felicitalos, ¡ofreceles un dulce! No sabes el impacto que puedes causar sobre los demas, tal como unas palabras de aliento en el momento correcto tuvieron un efecto en mi. 

Recuerda que hay un 96% de personas alli afuera en el mundo que apreciaran este acto, y sobre todo tu. Pido que lo intentes por una semana y si al finalizarla no te sientes bien, puedes dejarlo, pero siento que te gustara.

Y sobre todo, quiero escuchar tu experiencia. Cuéntame: ¿Que hiciste hoy para que el mundo fuera un mejor lugar en el que vivir? #CondicionemosVenezuela.




Si bien es largo, y me disculpo por ello, me pareció relevante el preámbulo.

Enlaces importantes:
1- Regalar nos hace mas felices que recibir
2- Criterios del trastorno de personalidad Antisocial según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales de la A.P.A
3- Video util sobre condicionamiento 
4- Review del libro 'The Sociopath next door' Si desean que les envíe el mismo en versión epub pueden escribirme.

1 comentario:

  1. Bastante interesante y lamento lo que te ocurrió! Para cambiar el mundo hace falta cambiar uno mismo primero en sus acciones. Un abrazo!

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